Por: Andrea Gómez Acevedo
En la naturaleza del artista está implícito llegar a la excelencia, lograr impecables representaciones implica un arduo proceso de preparación para estar bien consigo mismo y además para la importante aprobación del público, porque a la final ¿qué sería del artista si no llegase a dar muestra de su trabajo? El miedo escénico es un problema que ha tenido que sobrellevar el artista desde la antigüedad, particularmente en los músicos es provocado por la angustia de cometer un error ante una audiencia, ya sea técnico o interpretativo. ¿Quién no ha sentido temor antes de subirse a un escenario? La mayoría de los intérpretes han manifestado sufrir (en mayor o menor medida) ansiedad antes y durante de su actuación.
El
también llamado pánico escénico se puede presentar de diversas formas, y se
alcanzan a clasificar en tres tipos: fisiológicos (taquicardia,
hiperventilación, náuseas, sudoración), conductuales (tensiones, rigidez
muscular, temblores) y psíquicos (pensamientos negativos, miedo a valoración
negativa)
La
inseguridad puede ser la causa más común entre esta problemática, una persona
insegura genera pensamientos negativos todo el tiempo, unas exageran las
posibilidades del fracaso y otras se excusan ante una mala interpretación
atribuyendo sus errores a factores externos. Las inseguridades se crean a
partir de falta de preparación, experiencias negativas pasadas o la falta de
autoestima o autoconocimiento. El músico es llevado a extremos de angustia
gracias también a esa exagerada necesidad utópica de perfección interpretativa,
que lleva al músico ser autocrítico-destructivo con su propio trabajo y por lo
tanto a generar dudas en el momento de tocar ante otras personas.
El
miedo escénico no es más que un conjunto de ansiedades que generan distintas
reacciones según la persona. En cierto nivel de exaltación pueden resultar
beneficiosas al momento de actuar porque puede mantener alerta al ejecutante,
pero si no se sabe manejar puede resultar catastrófico para el intérprete. Es
primordial identificar en qué medida afecta la ansiedad a cada músico para lograr
encontrar una solución a esta dificultad y así proporcionar tranquilidad al
momento de enfrentarse a un público. Las formas de canalización de ansiedad son
variadas, unas manejadas desde la parte física como el descanso incitado a
partir del yoga, el uso de medicamentos como betabloqueadores; otras desde la
parte mental como la relajación con respiración, meditación; las técnicas
psicológicas con terapias donde se le inducen al paciente conductas positivas. La
misma experiencia va otorgando seguridad al momento de enfrentar un escenario.
El
artista debe ser consciente del medio al que se enfrenta, la razón de ser del
mismo es mostrar un resultado de un proyecto al público. Particularmente en la
música, dar un concierto o recital es sacar a la luz toda la dedicación y
estudio al que se enfrentó el intérprete durante un tiempo para poder llevar a
cabo la interpretación de una obra, sonata, pieza o concierto. Los nervios y
ansiedad siempre estarán presentes antes de exhibir el resultado ante otras
personas, por lo tanto, estamos expuestos a la crítica (que puede ser
constructiva o destructiva). Hay que tener en cuenta que la música, como
cualquier otro arte, está destinada para generar reacciones, va más allá de
cualquier parámetro estético impuesto, tiene que hacer sentir algo para cumplir
su función.
La
inseguridad definitivamente es la razón de ser del miedo escénico, se puede
estar inseguro por múltiples razones, pero con experiencia, estudio,
disciplina, pensamientos positivos, metas planeadas y alcanzadas se pueden
hacer grandes avances. Lo primordial
para aprender a manejar la ansiedad es el autoconocimiento, que es la capacidad
de indagar sobre nosotros mismos para identificar las falencias y errores
cometidos al momento de salir al escenario, conociendo la medida en que la
ansiedad nos controla podemos hablar de algún tipo de tratamiento
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