Por: Andrea Gómez Acevedo
A lo largo de la historia se ha debatido la
problemática sobre la interpretación musical. Cuando hacemos referencia a la
interpretación musical, pensamos en la forma en que expresamos lo que está
plasmado en una partitura, las ideas del compositor por medio de ésta. El papel
del intérprete es ser un nuevo creador, que hace uso de su imaginación y otros
recursos para darle un sentido a la obra, pero, ¿Hasta qué punto debe tener el intérprete
la libertad para modificar los parámetros de la partitura?, ¿Qué tan rigurosos
somos al momento de ser fieles a lo que está escrito en la partitura?
Existen dos tendencias interpretativas
actuales, Furtwängler las define así: “Fidelidad a las notas” e “Interpretación
creadora”[1].
La primera hace referencia al respeto por lo que está escrito, reduce al mínimo
cualquier libertad subjetiva. Compositores como Igor Stravinsky y Maurice Ravel
consideraban que el intérprete debía ser fiel a la obra, descubrir su contenido
y respetar las intenciones del compositor, una postergación personal del
intérprete hacia lo que quería el creador. Lo que significa que hay que estar
al servicio de la música, desligarse totalmente de la creatividad autónoma, y
pasar a ser un ejecutante de la partitura, no un intérprete.
Si queremos ser estrictos al momento de
interpretar una obra hay que tener en cuenta aspectos históricos del
compositor, la época en que vivió, qué técnica pretendía utilizar (fraseo,
articulación, timbre), saber si la partitura está ceñida o no al manuscrito
original, para qué instrumentos estaba escrita la pieza musical y qué tipo de
instrumentos se usaban. Mientras más lejano sea el compositor de nuestros
tiempos, más difícil será hacer una ejecución exacta de la obra, por ejemplo,
interpretar una obra hecha originalmente para clavecín en un pianoforte
significa perder el sentido de la obra, ya que el clavecín es un instrumento
que tenía distintas sonoridades para cada tonalidad.
En los últimos años ha crecido el interés por
los musicólogos, historiadores y los mismos músicos por revivir los
instrumentos del pasado, sólo con el fin de acercar al oyente a una experiencia
más cercana y exacta de las sonoridades que buscaba el compositor.
Para lograr una buena versión de una obra
determinada, hay que comprender plenamente el estilo compositivo del
compositor, analizando melódica y armónicamente la pieza, ver la partitura
desde una perspectiva histórica. El musicólogo Peter Walls, define esto como
una “lectura abundantemente contextualizada”.[2]
Además, tratar de entender al compositor desde un proceso orgánico (psíquico),
lo que reflejó de sí mismo en la obra.
La interpretación creadora es darle un estilo
propio a la obra, concebirla de una forma más individual y libre, sin
sobrepasar los límites de lo que quiere el compositor. Su búsqueda es hacer
brillar el pasado bajo una luz diferente. En contraposición a lo que busca la
tendencia a la “fidelidad de las notas”, la interpretación creadora es mucho más
práctica al momento de ejecutar una obra, por ejemplo, en una partitura hecha
hace más de 100 años, no podemos dar el menor indicio de la intensidad real de
un forte o un piano, en la actualidad cada nivel de intensidad debe estar en
función del instrumento o instrumentos que lo interpretan, por ejemplo en un tutti, el trombón no puede hacer el
mismo forte que el oboe. En la interpretación, el gusto personal va ligado a la
libertad que el intérprete quiera darle, es una cuestión estética.
Si hablamos de creación, hay que mencionar a
los nuevos compositores, llamados contemporáneos, quienes como reacción al
acartonamiento entraron en contraposición ante “lo antiguo” y por consiguiente,
a su propio pasado. No querían crear un estilo compositivo ligado al pasado y
así mismo, encomendaron eso al intérprete.
La estrecha relación pasado-presente en la
interpretación musical se ha convertido más que en un interrogante, un problema
para el intérprete. Cada época tenía su propio punto de vista con respecto a la
interpretación, pero hay maneras de ilustrarnos sobre la forma en que se
interpretaba la música, por ejemplo, por medio de los textos y la literatura
escrita por los mismos compositores o estudiosos de cada época. Aun así, cada
época tenía su propio estilo interpretativo frente al pasado, de acuerdo a sus
propias necesidades. En conclusión, es responsabilidad del intérprete realizar
las intenciones del compositor, entendiendo los límites entre lo que quiere
expresar y lo que queremos lograr con la obra. Hay que tener presente debemos
ser muy abiertos a la posibilidad de cambio, y darle relevancia a lo que es
realmente importante para preservar el estilo. Cuestionarnos hasta qué punto
deberíamos sacrificar la creatividad y la libertad como intérpretes para lograr
una concepción literal de una partitura.
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